1.9.10

Cuentos X. La tortuga que volaba. (Prólogo de J Bucay en El Camino de Shimriti)

Era una simpática tortuga que vivía en las proximidades de un lago. Diariamente acudían garzas a saciar su sed en aquellas límpidas aguas. Poco a poco fue naciendo una estrecha amistad entre la tortuga y las garzas.

La vida discurría apaciblemente en esas silenciosas tierras entre un circo de elevados picos y un maravillosos lago en el valle. Pero las vicisitudes alcanzan a todos: seres humanos y animales. Ese año las lluvias no terminaban de llegar, ante la desesperación de la tortuga y sus buenas amigas. Así, implacablemente, el caudal del lago cada vez iba siendo menor. Poco a poco se iba quedando seco. Las garzas reflexionaron y llegaron a la conclusión de que era necesario tomar una decisión urgente o cabía riesgo de morir de sed.

¿ Qué decidieron nuestras inteligentes amigas?

Pues acordaron que era necesario emigrar a regiones húmedas y así lograr sobrevivir. Emprenderían el vuelo hacia otras tierras prometedoras.

¿ Pero acaso habían pensado en la tortuga?

No sabemos si hay en algún lugar tortugas que tengan alas y puedan volar, pero no era el caso de la tortuga de nuestro relato, que se quejó apenada: Vosotras tenéis alas y podéis ir a cualquier parte que os propongáis pero, decidme ¿ qué me espera a mí, que puedo yo hacer?

La tortuga se introdujo en su caparazón, pero sus sollozos eran bien audibles. Lloraba y lloraba desconsoladamente. Llegó la noche y el cielo se cuajó de rutilantes estrellas. Sólo se escuchaba el llanto de la tortuga y a su lado, desconcertadas, estaban las garzas. Se les partía el corazón al ver el desconsuelo de su amiga. Entonces, cuando ya el sol comenzaba a despuntar, tuvieron una idea tan luminosa como luminoso se anunciaba el día. Se iban a llevar a la tortuga con ellas.

¿Cómo?

Pues iban a coger un palo que sostendrían desde cada extremo con el pico y la tortuga se colgaría del mismo atenazándolo con la boca. ! Qué fenomenal solución!!

La tortuga dejó de llorar y, agradecida, se abrazó a las garzas. Eran momentos de alegría sin límite. Buscaron un palo adecuado y cada garza lo cogió con el pico por un extremo. La tortuga mordió el centro del palo. Así dio comienzo el viaje. Dos garzas y una tortuga planeaban por el cielo azul de las altiplanicies.

Cruzaron por encima de un pueblo y, al ver los animalitos, la gente exclamó: Mirad, mirad, qué tortuga tan lista, con qué destreza se agarra del palo!!

La tortuga se sintió henchida de orgullo. Las garzas ponían toda su atención en proseguir el viaje. Sobrevolaron pueblos y aldeas. La gente exclamaba deleitada:
!Qué tortuga tan inteligente!! ! Con qué habilidad se cuelga de la vara!!!

La tortuga no cabía en sí misma: tal era su vanidad. Aquellos elogios la hacían sentirse muy feliz e incluso se dijo a sí misma: " La verdad es que siempre he sido una criatura muy inteligente y sagaz"

Siguió el viaje. Entonces las garzas y la tortuga sobrevolaron un valle fértil, donde había un buen número de pacíficos campesinos. Miraron al cielo y exclamaron: ¡Ved, ved, no os lo perdáis ! Mirad que garzas tan sabias, tan sagaces, ten hermosas. ! Qué inteligencia la suya para poder transportar a esa tortuga!
¡Qué animales tan espléndidos, tan inteligentes, tan generosos, tan ocurrentes!
¡Qué garzas tan bellas y además bondadosas!!

La tortuga estaba indignada porque ninguno de aquellos campesinos profería un solo elogio hacia ella. Al contrario, era casi como si ella no existiera, y seguían exclamando maravillados: ! Qué garzas más fantásticas, que criaturas gráciles y bondadosas! Harta de tantos halagos a las garzas y herida en su orgullo, la tortuga gritó: !Necios!! ! Qué sabréis vosotros!

Al hablar, la tortuga soltó el palo e, inevitablemente, se precipitó a tierra. Chocó violentamente contra el suelo, el caparazón se hizo mil pedazos y su cuerpo quedó reventado.

El sabio declara: La vanidad es el pasadizo hacia la pesadumbre